En el mundo de la fotografía venezolana, la polémica tiene nombre propio,
y no es otro que el de Nelson Garrido (Caracas 1952, Venezuela), un artista que
a lo largo de su trayectoria se ha dedicado a plasmar y congelar en imágenes,
puestas en escena que rompen con todos los convencionalismos estéticos y
sociales que en Venezuela son consideradas tabú. Temáticas como el sexo, la
religión y la muerte han sido sus preferidas hasta el momento, a pesar de que
su obra se ha ido transformando conforme al momento histórico en que se ha ido
desarrollando.
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Nelson Garrido en el marco del Seminario Bordes 2016: Muerte y espiritualidad | Museo del Táchira.
Fotografía: Daniel Moreno
Este particular fotógrafo es
conocido como un artista de géneros mixtos, pues en sus obras hace uso de una
cantidad de elementos propios del teatro y la actuación donde incluso ha
llegado a tener hasta 60 personas participando en el encuadre. La escenografía y
el concepto que emplea en cada una de sus tomas es fruto de años de
preparación, pues además de una intensa actividad como fotógrafo de distintas
disciplinas artísticas, en el año 1966 en Paris, se inició en el taller del artista
plástico venezolano Carlos Cruz Diez, quien le enseñó la metodología para
hallar su propio lenguaje, y más adelante en Venezuela para los años 70 y 80 fue
escenógrafo de varias producciones teatrales de la época.
Es a partir de 1982 cuando comienza
a realizar un trabajo doble, por un lado, uno antropológico documental que se
desarrolla conjuntamente con sus labores en la Fundación Bigott; por otro, el
desarrollo de su lenguaje plástico, que es el que lo ha diferenciado del resto.
A pesar de ser catalogado como fotógrafo, Garrido se considera más un “hacedor
de imágenes” y denomina como una aberración que se empiece a hablar de teatro,
cine, pintura y escultura como si se tratara de cosas separadas. “Justamente
creo que esa variedad te ofrece muchas posibilidades de expresión. Usar lo que
uno necesite para decir lo que uno quiere”.
Premio
Nacional de Artes Plásticas
Garrido trabaja en función de su
propio lenguaje y no en busca de algún reconocimiento. Durante 40 años ha
estado tomando fotografías de denuncia y a pesar de su controversial mensaje es
reconocido en Venezuela y el mundo por haber recibido el Premio Nacional de
Artes Plásticas en el año 1991. Situación que en aquél entonces él mismo se
encargó de burlar de inmediato, pues está convencido de que las premiaciones y
clasificaciones son sistemas de poder, maneras de enjaular los conceptos. “Políticamente
hablando estoy en contra del poder. Yo soy anarquista y someto mi lenguaje
únicamente a mi manera de pensar”.
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La
sobriedad que refleja Garrido va desde su siempre vestimenta negra hasta su
pausada manera de expresarse, aunque es en su discurso donde deja entrever su
postura y carácter ante la vida. “Cuando dicen por ahí que yo soy Premio
Nacional de Artes Plásticas lo veo como una manera de apaciguarme o
domesticarme, y yo no me dejo domesticar”. Sin embargo, Garrido aceptó el
premio aun sin creer en este tipo de reconocimientos asegurando lo siguiente:
“yo me cago en el Premio Nacional de Artes Plásticas. El que menos pensaba en
tener este premio era yo, el más malandro; esas con las contradicciones y la
ironía del poder”.
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La autocrucificción
de Nelson Garrido (1996) |
Es por este
motivo que utiliza el premio como parte de una de una de sus obras titulada “La
autocrucificción de Nelson Garrido” (1996), donde aparece el documento quemado
y salpicado de sangre junto a él, ya que verdaderamente es el poder del que
está en contra, quien lo está premiando. A lo largo de su trayectoria artística
Garrido insiste en el asunto del contra poder.
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Exposición
fotográfica: De lo impuro a lo sagrado | Fotografía: Daniel Moreno
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Por otra
parte, también se destacan diferentes fases de su trabajo personal como
fotógrafo, que inicia con su serie “Perros muertos”, luego pasa a “Todos los
Santos son muertos”, “Naturalezas muertas y podridas”, “El pensamiento único” y
hoy, “La Virgen de Caracas”. Actualmente tiene como tema central la violencia,
tema que surgió a partir de una fotografía que causó gran polémica en el país,
titulada “Caracas sangrante” (1991).
Organización Nelson Garrido
(ONG)
A partir del año 2002 este artista
de la fotografía decide crear un espacio de transmisión de pensamiento. Un
espacio cultural auto gestionado donde se conjugan diferentes actividades
relacionadas con el arte, la Organización Nelson Garrido o como más le gusta
llamarla, la ONG. Su eje
fundamental es la fotografía y por esta razón desde su fundación están formando
fotógrafos a través de sus talleres. En lo personal, Garrido considera
ser una plataforma para las nuevas generaciones y espera mantenerse al servicio
de ellas.
“Generacionalmente llega un momento donde tú
te das cuenta de que tienes unas herramientas que le hacen falta a los que se
están formando en un momento dado”, asegura Nelson, e insiste en que la
enseñanza debe basarse en el error. Es por eso que no cree en los salones ni en
los encuentros, ya que piensa que nadie está para juzgar al otro. “Yo prefiero
un error de un alumno mío a que haga lo que yo creo que debe ser. Prefiero un
error asumido a la evaluación de algo que está bien o mal”.
A pesar de su larga trayectoria, Garrido
piensa que el tiempo ahora es de los jóvenes, pues lo ve como parte de un
proceso biológico natural. Es por esto que desde hace 5 años la ONG la dirige
su hija de 28 años, Gala Garrido, quien es la coordinadora general e imparte
además la cátedra de fotografía digital dentro de la Organización. Nelson cree fielmente
que “ella a su edad tiene mucho más brillo, mucho más concepto de lo contemporáneo,
es por eso que se tiene que saber en qué momento retirarse y ponerse al
servicio de los demás”.
En
búsqueda de la alquimia
Este tranquilo personaje también
piensa que “enseñar a su vez es aprender mucho”
y en la metodología que trabaja en sus talleres asegura que él solo pone
los elementos pero la alquimia la hacen los alumnos y depende de ellos mismos
el resultado que consigan. “Yo tuve maestros como Cruz Diez, Cesar Rengifo, que
fueron mis maestros, y yo estoy enseñando como ellos me ensañaron a mí”,
recuerda Garrido, al punto de decir que una exposición de alguno de sus alumnos
es más importante que una propia.
A propósito de su labor como
facilitador, Garrido piensa que su mejor termómetro son sus alumnos y en esta
oportunidad visitó a la ciudad de San Cristóbal para formar parte del Sexto
Seminario Bordes: Muerte y espiritualidad, e impartir un taller titulado: “La fotografía
como metáfora” donde pudo experimentar y aprender de muchas otras experiencias
de la mano de fotógrafos, cineastas e interesados en aprender nuevos lenguajes
gráficos del estado Táchira.
En
el caso de Lisseth Rivero, participante del taller y fotógrafa en formación,
cuenta que la experiencia le sirvió para replantearse muchas cosas desde un
punto de vista muy personal. Por una parte el taller exigía en palabras de
Garrido: “asumir el propio
cuerpo como parte de su lenguaje creativo de manera introspectiva”, es por esto
que Rivero reveló que al momento de comenzar a hacer los ejercicios podía
ser chocante debido a que primero estaba el hecho de aceptar el cuerpo y su
desnudez, sin embargo, una vez que superado esto viene el verdadero meollo, “que
es aceptarse uno mismo con todo y emociones”, confiesa.
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Exposición
fotográfica: De lo impuro a lo sagrado | Fotografía: Angel Zambrano
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Por otro lado, en el marco del
Seminario Bordes, realizado en las instalaciones del Museo del Táchira se
encuentra una exposición suya titulada: “De lo impuro a lo Sagrado”, expuesta
exactamente en la galería Manuel Osorio Velasco, donde el público en general
tiene acceso a ver sus obras. Indira Cacique, después de visitar la galería
recalcó lo interesante del trabajo de Garrido, puesto que afirma “es un
fotógrafo que se dedica a plasmar la realidad aumentada”.
Entre otro de los aspectos que
resaltó se encuentra la reinterpretación de obras clásicas venezolanizadas,
“expuestas hacia lo incómodo, aquello que no es lo obviamente bello o lo que se
espera ver en un museo de Bellas Artes y que por el contrario termina siendo
algo más bien transgresor, irreverente y polémico”. Por otro lado, si bien se
sabe que la temática de sus obras es sumamente controversial, la fotografía que
más logró incomodarla fue la de “La gruta de la virgen”, cuenta entre risas:
“Quizá porque no estoy acostumbrada a ver una vagina de 1.20 x 80 cm”, pues
aunque pareciese que fuese algo natural y no debiera incomodar, realmente
consiguió incomodarle bastante.
Nelson Garrido no hace más que
tratar de borrar su historia personal con discreción y bajo perfil, pues este
artista no cree en asuntos de ego. Garrido dice que "el problema de la
gente es que está muy mojoneada y lo fundamental aquí es no creerse el mojón”. Además
de que en medio de sus clases profesa con orgullo ser un gran inmaduro y
descentrado. “Mi problema no es complacer a la gente ni caerle bien a la gente.
Yo con 64 años considero que me radicalizo cada vez más”, y lo recalca
asegurando que sí se puede llegar a esa edad creyendo en los principios que
cada quien se ha infundado por radicales que sean.
Según otro de sus alumnos del
taller, cineasta, llamado Daniel Peñaloza, Nelson Garrido ha aportado mucho a
la fotografía venezolana pues ha hecho “romper con los tabúes, las barreras,
los límites, las normas, las convenciones que tiene el arte”. También confirma que este maestro no permite
que sus alumnos se dejen influenciar por las demás personas y que “les da una
enseñanza a los artistas del país en general para que hagan verdaderamente lo
que quieren y como quieren”.
En otras palabras, además de
enseñar a utilizar una cámara fotográfica, Garrido inserta en todo aquel que
esté dispuesto a aprender algo nuevo, una nueva manera de ver su mundo. Un
artista que hace ciertamente lo que le provoca y no hace caso al que le diga lo
contrario.
Su obra seguirá en proceso puesto
que nunca se ha terminado, está inconclusa. Es por esto que Nelson Garrido aseguró
que “detesta su obra”. Sin embargo, aclaró: “el día que yo me deje de
sorprender a mí mismo, ya paro. Ese es el día que ya nada tiene sentido”.