Por Paul Viloria Ávila
Un despertar frío, un bolso con un cambio de ropa, pero cargado de expectativas y emociones. Un país hermano, vecino y con una cultura muy similar a la nuestra, su gente se caracteriza por su amabilidad y seguramente por eso nos sentimos como en casa, cuando lo visitamos.
San Cristóbal
Desde muy temprano nos reunimos los encargados de un evento que busca mezclar el arte venezolano con el colombiano, y yo —un estudiante de Comunicación Social y gestor cultural en cierne—, entusiasmado con la idea de vivir la experiencia de estar en otro país, y de aprovecharla para mostrar un poco de lo que he aprendido en mis dos años de preparación académica (pero muchos de experiencia en los medios) en la rama del periodismo.
El lugar de encuentro fue la casa de Amarú Vanegas, una artista tachirense y una de las mentes creadoras del concepto del evento, al cual decidieron llamar Alter Ego Colombo Venezolano. Desde el momento en el que entré a su casa, noté su interés por la lectura. Había libros de todo tipo. Eran más que eso: eran las paredes de su casa. Mesas llenas de reliquias que iban desde Poesía Tachirense y hasta clásicos como el Quijote de la Mancha. Fotos de su trabajo actoral y de parte de su trayectoria se mezclaban entre calendarios, notas y hasta utensilios de cocina. Respiré el grato aroma del arte, lo saboreé como si fuera un tintico. Los cuadros con fotografías de los ganadores del concurso Frontera – No selfie zone, y que fue organizado para ser parte del evento binacional, estaban allí, me acerqué a mirarlas, me sentí atraído por ver lo que esas obras plasmaban, las ideas y perspectivas de diez individuos cuya finalidad era mostrar su apreciación de cómo se vive la frontera en un estado fronterizo.
Entre el intercambio de chistes, risas y anécdotas de cada uno, el tiempo se hizo corto mientras esperábamos el taxi, el Gato Negro, un reconocido guitarrista tachirense, y Porfirio Parada, editor de la revista El Recital, quienes eran mis compañeros de aventuras junto con Amarú, contaban sus historias de manera tal que me hacían sentir en confianza.
Un señor de unos 70 años, llamado David, fue el encargado de llevar a estos locos venezolanos al otro lado del charco, y desde que arrancó se sintió parte de la aventura. Encendió la radio, nos preguntó si nos gustaba el merengue, a lo que Amarú y Porfirio contestaron casi a dúo: “ponga lo que usted quiera”. Empezamos a escuchar lo que sería el soundtrack del viaje: Una canción llamada La Tortuga de Joe Arroyo, versionada en merengue colombiano, fue la primera en sonar, como nunca la habíamos escuchado nos causó gracia, al menos unas diez veces repicó en nuestros oídos la canción, mientras que Amarú con un cuatro y el Gato con su laúd (instrumento de música culta árabe) actuaban como si sonaran.
Entre comer mangos, echar bromas y hasta echar un poco de “camarones” (manera venezolana de decirle a las siestas cortas) llegamos a la Aduana, donde de salida nos revisaron a ver si no llevábamos algún producto que se pudiera vender en Colombia, lo que se le denomina “bachaqueo”. El militar pidió abrir la maletera, Amarú con mucha seguridad y con el cuatro en la mano se bajó, le mostró que la maletera iba llena de libros, cuadros e instrumentos, que nosotros no “bachaquearíamos” comida, lo que “bachaquearíamos” sería cultura. Tras esta aclaración, cruzamos el puente que nos llevaría directo al otro charco.
Cúcuta
Éramos cuatro venezolanos amantes del arte en Cúcuta, pero al momento de llegar al lugar donde se realizaría el evento, un lugar que mezcla la cultura de Brasil y la de Colombia, llamado Café Paulista, llegaría Araceli, otra compatriota, perteneciente al colectivo de poesía de nuestro estado y que lleva por nombre Púrpura Poesía.
Al dejar las obras y los instrumentos en el Café, tuvimos nuestro respectivo recorrido (a pie) por una de las avenidas más concurridas de Cúcuta, la 0. Como andábamos con el Gato, entramos a una tienda musical que vendía instrumentos autóctonos de Colombia, así como los más conocidos por todos nosotros. De allí, nos fuimos a la biblioteca pública de la ciudad, que a mi parecer es espectacular: una estructura grandísima con diseño posmoderno. Ahí invitamos a la gente al evento que estábamos organizando y se llevaría a cabo en las siguientes horas. Los colombianos, muy amables, nos respondieron de manera positiva y hasta nos invitaron a otro evento de frontera que se estaba realizando en ese momento.
Luego de nuestro recorrido llegó el momento de organizar el lugar; al tener todo listo, invité a Aracely a hablar un poco, tenía la inquietud de saber cómo escribía poesía, su respuesta fue muy clara: “no me inspiro, ella (la poesía) siempre está en mí, solo que llega un momento en el que tengo que escribirla y así lo hago”, mientras le hablaba de mis intereses, la noté distraída escribiendo, estaba haciendo un poema.
Alter Ego
La iniciativa de crear este evento fue de muchas mentes: por Púrpura Poesía, Amarú; por la revista El Recital, Porfirio Parada; por Arte Anónimo, Verónica León; por el Trueque de Libros; y por la Fundación Sabaseba, Andrés Esteban Jaimes. Los colaboradores: por el Colectivo Por Puesto, David Grimaldo; por el Buffet Poético, Yohany Barajas; por el Café Paulista, Santiago Souza; y por supuesto, pero no menos importante, por Masato Cultural, este servidor, o sea yo.
Con las fotos del concurso en las paredes del Café Paulista, libros por intercambiar en la entrada del lugar y al lado pinturas realizadas por el artista gráfico colombiano, Fabián Sarabia, dimos inicio a Alter Ego. En ese momento mi trabajo de “periodista” comenzó, hice entrevistas para conocer la visión de lo que es el arte para diferentes personas y en diferentes ramas: realizadores audiovisuales, poetas, estudiantes, arquitectos, profesores, músicos… en fin, mucha gente ligada al arte, que lo hace por pasión y porque en sus venas corre sangre y corre cultura. Amarú fue la encargada de las palabras de bienvenida y comenzó su participación con la lectura de su poema “Entre actos”, el cual formará parte de su poemario llamado Híbrido Poemario. Con una melodía que lleva por nombre Carla, inspirada en su hermana, el Gato Negro deleitó a todos los invitados con ritmos flamencos. Andrés Sepúlveda, un estudiante de la Universidad de Pamplona, hizo su debut en la poesía con “Ríos de sed” de su autoría (antes de comenzar el evento me comentó que estaba muy ansioso porque era la primera vez que leía sus creaciones en público). Porfirio, o “Porfi” (como lo llamaba Amarú), recitó “Conejo” e “Improvisación”, para así darle paso a Verónica León con su “Artista”. Aplausos, silbidos y mucho humo de cigarrillo llenaban la terraza del Paulista. Araceli comenzó a leer sus poemas, y de inmediato me di cuenta de que había iniciado con el poema que escribió a mi lado.
Un break, intercambio de impresiones y las miradas a las fotografías plasmadas en las paredes fue lo que realizamos luego. Se me acercó una barinesa residenciada en Cúcuta llamada Daniela Riaña, nos presentamos y me comentó que quería recitar, le encantaba, pero nunca lo había hecho; me leyó lo que tenía planeado para leer y pidió mis correcciones, yo, no muy experto en la materia, le aconsejé que lo hiciera un poco más pausado y dándole mayor emoción y sentimiento a ciertas partes. Se entusiasmó y me pidió un espacio para leer, y sin dudarlo le solicité a Amarú el espacio para la paisana, como decidí llamarla. Así fue, Daniela superó sus miedos y cumplió su deseo de recitar poesía. En un mini conversatorio los asistentes expusieron sus opiniones sobre las fotografías y dejaron en claro que eran excelentes fotos. Luego, Julio César Martínez, estudiante de Arquitectura de la Universidad de Pamplona, expuso su obra, un cuadro surrealista que habla de la contaminación y de la preservación del agua, y el otro inspirado en sus gustos personales.
Christian Yorba, realizador audiovisual, dio a conocer su talento en dos pequeños cortometrajes que muestran un discurso entre oscuridad y anti determinismo, buscando nuevas herramientas para mostrar su perspectiva de la vida; también aprovechó el momento de recitar un poema para cerrar su participación. La poesía y el flamenco juntos dijeron presente, y es que Amarú acompañada por el Gato dieron un espectáculo lleno de ritmo y movimientos sensuales que a mí me dejaron boquiabierto; los gritos y aplausos retumbaban a las afueras del Paulista, se oían repetidos ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo! El tiempo se hacía corto y con la presentación de Andrés Esteban de Sabaseba, los cuentos del colectivo de narración oral Atrapa cuentos y la poesía recitada por Yohany Barajas del Buffet Poético, finalizó el evento entre risas, amistades nuevas y las ganas de seguir organizando más Alter Ego Colombo Venezolano, y así demostrar que la idiosincrasia de países sí se puede mezclar. Al final, lo bonito fue ver las reacciones de los colombianos y la receptividad hacia nosotros y hacia mí, me sentía como todo un periodista famoso, entre paredes se escuchaba el anhelo de más celebraciones culturales.
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