domingo, 25 de octubre de 2015

lunes, 5 de octubre de 2015

Por Lotty Guerra

Nacido en Arenales, Trujillo, se desempeña como docente en la Escuela de Comunicación Social de LUZ y en la Escuela de Fotografía Julio Vengoechea. Con 20  años en la docencia Vásquez utiliza la táctica del estímulo creativo para que los estudiantes puedan desarrollarse y proyectarlo en sus fotografías. Es un fotógrafo sensible que transmite sus emociones a través de una cámara.  Su incesante búsqueda de lo real lo ha hecho ganar el primer premio en la Segunda Bienal Nacional de Artes Visuales de Mérida e Internacional del Pacto Andino y el segundo premio en el IX Salón Seguros Catatumbo. 

Con su barba plateada y sus pequeños ojos habló sin tapujos de fotografía: “Al miedo no se le puede dar tanta libertad”, expresó con seguridad, mientras explicó que la vida trata de momentos reales y sin capas. Entretanto dictaba el Taller de Narrativa Fotográfica en la ciudad de San Cristóbal, estado Táchira,  Vásquez hizo un paréntesis para platicarnos sobre sus experiencias en el mundo de la imagen. 

Alejandro Vásquez en la plaza La Ermita| Fotografía Lotty Guerra

¿Cómo se inició en la fotografía?

Todo surgió antes de los 80, yo estudiaba Periodismo, estaba a mitad de la carrera y me incliné por estudiar periodismo impreso, ya que cuando ingresé a la universidad empecé a leer sobre lo que se conoce como el nuevo periodismo, es decir, Truman Capote, Tom Wolfe, Norman Mailer, entre otros. Estaba encantado con los nuevos periodistas, era una categoría distinta en el periodismo y de ahí surgió lo que llamaron la novela de no ficción, A Sangre fría, por ejemplo. Yo quería ser como Truman Capote. Después fui a hacer una pasantía en la oficina de prensa de LUZ que era un sitio horrible -entre risas-, donde se hacían notas muy malas. Una novia me dejó, me deprimí terriblemente, hubo una huelga de seis meses, me sentía perdido y quería abandonar la universidad, alguien me sugirió que fuera a estudiar fotografía en la escuela de fotografía, lo hice y descubrí que me encantaba y que podía expresarme a través de ella, sin necesidad de hablar. 

¿Qué busca expresar a través de la fotografía?

Me interesa relatar lo que ocurre en escenarios naturales, la calle por ejemplo, donde viven unos personajes a los cueles les suceden cosas, que se tropiezan, caen, conversan. También busco empozar mi estado de ánimo, hay fotos melancólicas y otras alegres. Compartir con el otro mis temores y mis pasiones, vaciar mis demonios en las fotos. 

¿Cuáles han sido sus trabajos más memorables en la fotografía?

El trabajo del velorio guajiro El viaje de Néstor (2006), fue importante porque es el segundo entierro guajiro, el velorio de un amigo muy querido, y Cañaverales (2004), los cuales han sido trabajos largos. Después de estar varios meses trabajando, de convivir con los campesinos, acoto que yo soy un campesino, soy de Trujillo; después de estar cerca de ellos, de ver que habitaban en una sencillez extraordinaria y que viajaban en un tren de alegría a pesar de su pobreza, me reconfortó mucho el alma y me dio fuerzas. 

¿Qué consejo les podría dar a los jóvenes que están entrando en el campo de la imagen?

Que asuman la persistencia; la inteligencia no es tan importante como la persistencia, si mezclas las dos es el cielo, es el orgasmo. Para mi es más urgente la persistencia, fotografiar y repetir, leer, investigar, conversar, comparar, viajar, oír y convencerte de que quieres ser fotógrafo o de que ya lo eres. Legitimarte como individuo sin pensar en cuanto dinero te va a dar lo que haces, yo solamente quiero ser fotógrafo y solamente me puedo convertir en fotógrafo cuando soy como una gota de agua que cae sobre una piedra día y noche, de tanto hacerlo le abriré un hueco a la piedra. Eso es la persistencia.  

Alejandro Vásquez dictando Taller de Narrativa Fotográfica I| Fotografía Lotty Guerra

¿Cómo visualiza el reportaje fotográfico en Venezuela?

Lo publican alguna revistas de Locatel que es de salud, la dan gratis en los consultorios y ahí publican reportajes de un gran fotógrafo venezolano que se llama Roberto Mata, al contrario de los periódicos que publican pocos reportajes porque no entendieron nunca que el reportaje es una manera de competir con la televisión, ya que visualidad, aparte, es una manera de investigar y llevar la investigación a un producto que es el periódico. No es que las revistas publiquen abundantemente reportajes, pero una que otra aún lo hace. 

¿Cuál es la trascendencia en la fotografía de realizar un ensayo fotográfico?

No sería capaz de decir si es o no transcendente hacer un ensayo, porque depende de muchas cosas, el abordaje, el tema, lo impactante. Lo importante de hacer un ensayo es que en un tiempo largo te dedicaste a conocer, indagar y reflexionar sobre un tema, para convencer a un público de que tienes determinados criterios sobre un tema, lo cual lo hace un trabajo planificado, sistemático y largo.  

¿Qué le hace falta a la fotografía venezolana?

Creo que le hace falta unidad y confrontación, hay pocos eventos, el Méridafoto  es uno de los únicos que queda, entonces, cuando no hay confrontación no sabemos qué hace quien, eso impide mucho el desarrollo de la fotografía. Como no hay eventos tampoco se promueve la compra de fotografías, ni la investigación como estímulos, ni el contraste de lo que yo estoy haciendo a lo que están haciendo otros. Es una de las épocas más difíciles en la fotografía venezolana porque, además, desde el poder y en el país en general, hay un gran desprecio inconsciente de la fotografía, no contratan a alguien especializado para labores profesionales. No contratan a alguien especializado y están rechazando a alguien que ha estudiado y se ha desarrollado una capacidad de leer el universo, que muestre un discurso seductor y tenga un nombre, donde conste que pueda hacerlo. Los grandes fotógrafos se tienen que conformar con hacer bodas porque se les reduce el espacio de contratación. Hay un desprecio por el conocimiento. 

¿Por qué la fotografía latinoamericana fue ojo de revisión en un concurso tan importante como el PhotoEspaña? 

Porque forma parte de oxigenarse. Europa como un continente, hasta cierto punto medio decadente, al ver las miradas de esta otra parte del mundo, que son miradas que tal vez no coinciden con las de ellos, se les presentan como novedosas. 

Alejandro Vásquez y su otro ojo| Fotografía Lotty Guerra

¿Qué es lo más importante y esencial en el cuento fotográfico? 

Lo esencial es la capacidad para construir suspenso, y el vacío que es donde está buena parte de la significancia del cuento, en lo que no dice ni se muestra, en la introducción de la duda de lo que ocurre o puede ocurrir. 


           


Por Lotty Guerra

Entre olor a pintura, escombros y libros empolvados nos adentramos al Ateneo del Táchira, centro de referencia cultural de la región; actualmente es objeto de una restructuración completa. Los vigilantes nos invitan a pasar a la oficina del licenciado Ernesto Román, quien se encontraba tecleando en un computador. En las fotos que previamente había visto de él, parecía diferente, había perdido peso quizás, nos invita a pasar con una sonrisa diáfana. Entre pláticas sobre hechos paranormales y cuentos de niñez rompemos el hielo y comenzamos la entrevista.  

Masato Cultural conversa con Ernesto Román, quien ha dedicado su vida a la literatura como escritor, poeta y gestor literario. La Peña Literaria Manuel Felipe Rugeles le rindió un homenaje el pasado 24 de septiembre de 2015 y lo invitó a leer su última obra titulada Edades manuscritas (2015). 

 Ernesto Román, Ateneo del Táchira – Fotografía Lotty Guerra

¿Cómo se siente con este homenaje?

Me sorprendió lo del homenaje, inicialmente era una lectura que iba a realizar de mi nuevo libro Edades manuscritas; es un libro que se editó en el 2008 en México, por la Universidad Autónoma de Nuevo León en Monterrey, de esa edición solamente tengo cuatro libros, no me han llegado más ejemplares. Uno de esos ejemplares se lo di al entonces presidente de la editorial Monte Ávila, Carlos Noguera ya fallecido, le gustó y me planteó hacer una edición venezolana del libro. Le hice una corrección al libro y en julio del 2015 salió publicada. 

Es la segunda lectura que hago en la Peña, la primera vez leí un poema, “La gata Margarita”, sobre una gata que se paseaba sobre los techos de mi casa, yo le dediqué un poema a esa gata y el entonces cronista de la ciudad J. J. Villamizar Molina se levantó he hizo un comentario sobre los artistas, los poetas y los gatos, fue una intervención  interesante y profunda, lo cual agradezco. El afecto hacia los animales no se lo adjudicó a mi condición como oficiante de la palabra, lo aprendí por mi actual compañera de vida, ella ha sido amante de los animales, uno aprende a sensibilizarse ante esa realidad, ejemplo, San Cristóbal es una de las ciudades donde más habitan animales abandonados y maltratados, no puedo dejar de ser susceptible ante ese hecho. 

¿Cómo ha sido tu transcurrir en la producción editorial de poesía? 

Esencialmente he escrito poemas, tengo un cuerpo que responden a las lecturas que me han impresionado, de la noche a la mañana me di cuenta de que podría armar una especie de libro y, de hecho, lo estoy haciendo: un libro que no pretende ser ensayo, ni un tratado sobre la literatura, son lecturas muy particulares sobre algunos autores, la mayoría venezolanos. No he incluido nada de Cadenas, Guillermo Sucre, Eugenio Montejo, entre otros,  ya que son escritores sobre los cuales todo el mundo ha escrito, aquí incluyo a poetas como Alfredo Chacón, por ejemplo,  escritores que me llaman la atención y me han inspirado espiritualmente, no sé si lo llegue a publicar algún día, pero son referencias que me quedan. 

Tengo diez libros publicados: los tres últimos son de editoriales como la de Monte Ávila y la Lotería del Táchira, editado en el 2012; Gestos Deshabitados, un libro en el cual trato de encontrarme, intento no perder tanto tiempo escribiendo sino buscarle la esencia, es mi premisa en el oficio de escribir. No soy muy amigo de los poemas que pasan a la otra página, llega el momento en que dos o tres páginas hacen que se olvide el título, hay que buscar la manera de insertar el tema y finalizarlo, trato de ser muy concreto y esencial. 

¿Cómo compaginas tu actividad de escritor con la de gestor cultural en la Coordinación de Literatura del Ateneo?

A veces hay un encontronazo porque llega el momento donde quiero dedicarme solamente a la lectura, a la escritura y al estudio de la poesía, en función de ahondar más en unos autores. Con respecto al trabajo de gestor cultural hay que hacerlo, lo veo como un compromiso desde el punto de vista social que se tiene con un sector que es desasistido desde todo punto de vista,  es el ejercicio de pisar tierra, sacrificar el hogar de uno mismo, ya que no te deja ningún beneficio, solo la satisfacción de poder cumplir, pero el ejercicio cultural en muchos de los casos es una empresa que no te aporta una estabilidad económica. ¡Claro!, existen las excepciones, personas que han podido trabajar en la industrialización cultural, eso no es criticable. En mi caso, trato de contribuir a que la gente se sume y forme parte de la experiencia, una lectura de poemas o exposición de pintura, no obstante, el trabajo cultural lo podría definir como un voto de pobreza, un oficio que viene del alma. 
                                   
Ernesto Román, Ateneo del Táchira – Fotografía Lotty Guerra

¿Cuántos años tienes trabajando como gestor cultural en el Ateneo?

Yo me considero cofundador de la etapa de apertura en los años 80,  esto fue un coto cerrado. La directiva la ganaron los jóvenes de ese entonces.  Posteriormente me retiré porque me fui a vagabundear: estuve un tiempo en La Azulita con los trapenses, en el fundo El tao, y volví en el año 2000. Hice todos mis estudios en la Escuela de Artes Plásticas Valentín Hernández Useche, pero no los terminé, fui el primer presidente del Centro Estudiantil –entre risas–, estuve solo tres años. Me dediqué luego al  ejercicio de la poesía.

¿Cómo ves el proceso de restauración del Ateneo?

Se está viendo la evolución, el edificio tenía desde mediados de los años 80 que no se restauraba, hasta el 2009 que se empezaron a hacer las diligencias con el  exgobernador, Pérez Vivas; fue el primero que se preocupó por el Ateneo.  Empezaron a presentarse los proyectos iniciales gracias al presidente del Ateneo en ese momento, Luis Hernández Contreras, y en el 2012 comienzan los trabajos. Llevamos cinco años en todo este proceso de restauración.

Luego de la restauración, ¿hay planes específicos para dinamizar este espacio cultural?

Hay muchos planes, estoy trabajando en sueños. Ahorita se han caído muchas actividades literarias, precisamente porque no hay los recursos financieros, ni siquiera para cubrir un pasaje aéreo de un escritor nacional. Me he dedicado a escribir los proyectos que tengo en mente, para después de que el Ateneo ya esté restaurado. 

Te invitamos a leer esta nota de prensa sobre el homenaje, click aquí.

Reseña biobibliográfica Ernesto Román Orozco (Venezuela, 1962)

Ha publicado: Los zapatos descalzos (Edic. Revista ICAM, Venezuela 1995). Las piedras inconclusas (Edic. Mucuglifo, Venezuela 2001). La costumbre de ser sombra (El Árbol Editores, Venezuela 2003). Los hemisferios distantes del silencio (Ediciones Cada día un libro, Consejo Nacional de la Cultura, Venezuela 2005). Las casas líquidas (Ateneo de Skuke, Venezuela 2006). Las casas líquidas (Edic. La mano junto al muro, Universidad Central de Venezuela 2006). Artesa del tiempo Selección poética 2000-2008 (Monte Ávila Editores Latinoamericana, Venezuela 2008). Gestos deshabitados, Fondo Editorial Simón Rodríguez, Venezuela 2012). Edades manuscritas (UANL, Colección La otra orilla, México 2012). Y, en una edición venezolana, Edades manuscritas (Monte Ávila Editores Latinoamericana, Venezuela 2015). Parte de su obra ha sido publicada en antologías de Argentina, España, Ecuador, Colombia, México, Chile y Portugal.

Su obra poética ha merecido entre otros galardones: el Premio Nacional de Literatura, Mención Poesía, Universidad Central de Venezuela, estado Aragua 2001, Mención Única de Poesía en la VI Bienal Nacional de Escritura Ramón Palomares, Ateneo de Escuque, Venezuela 2005, Premio Nacional de Poesía Héctor Roviro Ruiz, Alcaldía del municipio Andrés Bello, estado Mérida, Venezuela 2007, y el Premio Nacional de Literatura, Mención Poesía, Revista Solar, 2007, Gobernación del Estado Mérida, Venezuela.

En la actualidad vive en San Cristóbal, estado Táchira, Venezuela, donde se desempeña como Coordinador de Literatura del Ateneo del Táchira.





Masato Cultural

Espacio de promoción cultural dirigido por estudiantes de la carrera de Comunicación Social, cuyo fin es informar periodísticamente sobre los eventos culturales realizados en el estado Táchira, Venezuela

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