lunes, 13 de abril de 2015

Un mago canta en Mérida

Por: Angel Zambrano

Era 6 de diciembre del 2014, un día que venía esperando, para aquel entonces, con enormes expectativas y un palpable recelo, pues en Mérida se presentaría mi viejo cantante favorito, con cuya voz había crecido en mis tiempos de temprana adolescencia. José Andrëa, ex vocalista de mi empolvada banda preferida, Mägo de Oz, daría un concierto en el Gillmanfest Mérida 2014, un festival de música organizado año tras año por la banda Gillman, subsidiado por el gobierno nacional; el español vendría con su banda de proyecto solista “José Andrëa y Uroboros”. 

Tras pensarlo, partí temprano a la ciudad de Mérida el mismo día en que se efectuaría el evento. Me invadían preocupaciones, sintiéndome medianamente tenso, ya que temía por la calidad del mismo y me preguntaba ¿Qué tan manchado de propaganda podía estar? Me acompañaba un viejo amigo de infancia, sin embargo, carecía de energías para bromear durante el viaje, había descansado poco la noche anterior, el caer profundamente dormido habría amortiguado mis angustias. Al terminar el viaje, ya con energía, nos disponíamos a cumplir con deberes fundamentales, como el alquiler de una habitación de hotel, además, era necesario satisfacer necesidades básicas, como el buen comer. Al transcurrir los quehaceres de viajero, irrumpían en mí los recuerdos de su última presentación en Venezuela, fue un 12 de diciembre del 2012, se despedía el talentoso hombre de su exitosa cuna, la banda española galardonada con discos de oro y diamante también se despedía del país de forma breve. Me recordaba inmaduro, apasionado y optimista en aquella época (poco he perdido de esa actitud). Con respecto a él, le recuerdo con el peso de los años haciéndose notar en su aspecto y voz, no obstante, fue un espectáculo formidable. 

El evento pautaba como hora de inicio las tres de la tarde, hora en la que apenas disfrutaba la mitad de mi almuerzo conformado por una hamburguesa ¡¿No forma la hamburguesa parte del buen comer?! Podría justificarla argumentando con mi situación de turista precoz, y bueno, la sentí superior a la langosta en ese momento. Apreciaba en las calles personas con el reconocible aspecto de un “metalhead”, sus botas con púas gritaban: “¡Voy al Gillmanfest!”. Más que curioso, me pareció gracioso, y recordé lo muy alejado que estaba ya del metal clásico, lo desacostumbrado que estaba a ver tanto cuero, trayéndome esto una nueva preocupación: ¿Me podría sentir alienado entonces? ¡Bah! Era el colmo, pues yo vestía una franela con el logo clásico de Mägo de Oz, una bruja tocando el violín. Si alguien gritaba ir al festejo, era el jovencito con cabello rizado y despeinado con expresiones de turista. 

Después de pasar una tarde recorriendo establecimientos que recordaba disfrutar de la ciudad, decidimos partir al concierto pasadas las seis de la tarde. Debido a mis expectativas, no tenía mucha prisa, pues tenía muy en claro que el motivo de mi asistencia se haría notar en un punto más avanzado de la noche, incluso, lo demostraba recorriendo el trayecto a píe. 

Al llegar a la plaza, nos recibió un excelente y cálido ambiente en los exteriores del recinto, grupos de amigos bebían licor escuchando diversas bandas con los equipos de sonido de sus autos. Arribamos al centro de la plaza, un ambiente rudimentario en el que reconozco entonces a Maquina en tarima, banda que tocaba su versión de “Moliendo café” y cerraban así su presentación. Había transcurrido ya buena parte del programa, sentí que estábamos llegando justo a tiempo. La tarima poseía excelentes equipos, tampoco podía pasar por alto unas enormes pantallas a cada lado que le complementaban. Ennio y Elvis Di Marcantonio, encargados del programa radial caraqueño “La Descarga” fueron los principales presentadores del evento. Anunciaron la entrada de Paul Gillman al escenario, el “Gurú” del metal nacional, su banda hizo presente uno de mis principales temores, propaganda política extrema, por otra parte, lo vi como un comprensible método de supervivencia, pues es difícil conseguir quién financie ese tipo de eventos, con una buena ejecución de sus canciones, su presentación fue tan extensa como nacionalista, culminó con un “Gloria al Bravo Pueblo”. 

Eran las diez y media de la noche, Gillman había terminado ya su presentación y el momento era propicio, lloviznaba suavemente refrescándose así el ambiente, con el pasar de unos 15 minutos, mi anhelado momento había llegado, “Kiskilla” ex tecladista de Mägo de Oz, se sentó frente a su teclado Korg (debo destacar la enorme admiración que poseo por él); y tras él, el resto de la banda se dejó ver en escena, el último en salir, por supuesto, era quien daba nombre al proyecto, José.

Su entrada fue, por mucho, más larga y amena que aquella en el 2012, le noté más delgado y alegre, dio gracias a Paul Gillman, asegurando que le consideraba un amigo, para sorpresa, expresó admiración por los procesos políticos y sociales que pasaba Venezuela: “Ojalá en España, algún día despertemos como ustedes” memoro entrevistas en las que citó al Che Guevara, sabía qué tan izquierdista tendía a ser José, no fue de sorprender; otro hecho curioso y apreciable. 

Reconocía cada una de sus expresiones y manera de tratar al público, tan ameno como lo esperaba en ese anterior concierto que tanto he mencionado; era “José Andrëa y Uroboros” quienes se presentaban, no Mägo de Oz, me mantuve aferrado a la realidad, esperando solo temas de su nuevo proyecto, apreciando justa y correctamente cada segundo de tan buena ejecución musical, la banda asombró con el primer tema de antaño tocado en esa noche, “El que quiera entender que entienda”, fue una sorpresa que no paré de agradecer. Luego, sus siguientes interpretaciones fueron un buen par de viejas canciones, su refinada voz resultó abrumadora, no paraba de comentarle a mi estimado amigo qué tan encantado me encontraba, pues cada una de las letras que se escuchaban en la plaza de toros, ya me habrían acompañado en incontables momentos tiempo atrás. La banda jugó con el público, improvisaron solos de cada instrumento, solos que calificaría como magníficos, recuerdo quejarme por considerar sus nuevas canciones un desperdicio de potencial, un talentoso desperdicio de potencial. Mis expectativas fueron superadas, me sentí cómodo y complacido, un íntimo orgullo que habría sentido también hace seis años atrás. 

“Sois lo mejor, hasta siempre, gracias.” fueron las palabras de despedida dichas por mi añejo y bien conservado héroe de adolescencia, los coloridos reflectores se apagaron, dejando pasear el eco de los últimos redobles de batería mientras los integrantes de la banda se perdieron tras la parte trasera del escenario. Con el pasar del minuto, los técnicos empezaban a desenchufar; todo apuntaba la hora de partir. Al dejar la humedecida arena de la plaza, un desgarrador “agudo” a voz limpia (nombre que reciben los gritos que caracterizan al heavy metal) sacudió a todos los presentes en la estructura, grito agudo que, incluso, como fiel seguidor, no pensé que aún fuese capaz de hacer, mi noche pudo considerarse completa, casi fue necesaria asistencia médica para borrar mi sonrisa. 

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Espacio de promoción cultural dirigido por estudiantes de la carrera de Comunicación Social, cuyo fin es informar periodísticamente sobre los eventos culturales realizados en el estado Táchira, Venezuela

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